Cuéntame un gol

Cuentos de fútbol

El minuto decisivo

Team 1, Picture of Chocolate, del artista Vik Muniz

Team 1, Picture of Chocolate, del artista Vik Muniz

Mientras templamos los nervios hasta el arranque, el próximo 12 de junio, del Mundial de Brasil 2014, veinte escritores se calzan las bota del microcuento y saltan del vestuario dispuestos a darlo todo.

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Tiempo

Julio de 1966. Tengo en la muñeca mi primer reloj y miro una y otra vez su esfera. Mi padre me ha regalado el tiempo, pero no me pertenece. Oigo Birminghan en la radio. Oigo Iribar, Amancio, Suárez. Oigo Alemania, España, mundial. Miro una vez más el reloj. Las agujas marcan las nueve y media. Oigo la palabra eliminados.
Luis García Montero

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Tu estadio

Ah. ¿Qué no te gusta el fútbol? Entonces, las calles serán tu estadio. Del último minuto, del decisivo, a cada partido, te avisará el silencio en el barrio. Si luego estallan el clamor y los cohetes, será que habremos ganado. Si calla, no. Nadie escapa al Mundial, hombre. Que la tele o la radio puedes apagarla, pero a tus vecinos no.
León Arsenal

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Contraataque

Un contraataque claro. Un defensa por delante, en el círculo central, y después solo la hierba y el portero. El chico tira un caño y sale airoso. Veloz. Visualiza el gol que daría la Copa del Mundo a su país. El recibimiento. Las portadas. Las entrevistas. Su fichaje por un gran club. El dinero. Los coches deportivos. Las fiestas. Las prostitutas de lujo. Cuando pisa el área chuta sin apenas fuerza, muy desviado.
Juan Carlos Márquez

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De penalti

Te gritaban traidor por jugar en la selección de otro país. Ahora callan. Penalti en el descuento, posible prórroga. Conoces al portero. Lo miras. Se tirará a la izquierda. Pateas. A la izquierda y lo para. Pitido final y euforia de los rivales, salvo tu hermano, que ni con una Copa del Mundo te perdonará que te acostaras con su novia meses antes de que se casaran. De penalti.
Carlos Salem

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Balada futbolística

Yo corro por el césped para hacer lo que tengo que hacer, Dios me puso en el mundo y obedezco, ¿qué quieren todos estos? Me persiguen furiosos, lanzan patadas pero yo corro más. Encuentro un punto vacío en el área. Haré lo que sé hasta que los defensas se me echen encima -tras colarse en el estadio, la oveja mordisquea hierba con delectación.
Juan Soto Ivars

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Pelucas

La superstición de Del Bosque nos hundió. Se empeñó en que nos pusiéramos todos coleta, el talismán de moda. Aquel maldito teutón se la agarró a Ramos para impedirle rematar de cabeza el seguro gol de la victoria. Cayeron al suelo coleta y cabeza. Abierto el cráneo en el césped, el mundo entero supo que éramos todos máquinas.
Román Piña Valls

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Venganza

Se le paró la sangre al hacer sonar el silbato, porque faltaban dos minutos para terminar la prórroga del España – Francia y aquel penalti era decisivo. Es verdad, no lo había visto. Pero lo pitó espoleado por los gritos del público mezclados con el recuerdo de una novia francesa que le había roto el corazón.
Marta Rivera de la Cruz

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Es juego de monjas

De niño estuve en una escuela de monjas donde nos obligaban a jugar futbol todo el tiempo. Pensaban que esa dosis agotadora de futbol nos impediría masturbarnos. Inocentes: aprendíamos a respirar con ritmo intenso y sostenido, esencial en la vida sexual. Ellas hacían de nosotros grandes masturbadores. Pero aprendíamos a detestar el fútbol. Lo relaciono con la represión más perversa: deporte de monjas secas.
Alberto Ruy Sánchez

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Castigo máximo

En el último minuto, después de driblar al defensa, cuando el delantero cruzó el área de castigo con el cuero pegado a la bota, el guardameta salió de la portería y le agarró del cuello. Lo hizo con tanta fuerza que el delantero tuvo una erección. Entonces el árbitro se llevó el pito a la boca y silbó penalti.
Montero Glez

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Baggio 1994

Soy Roberto Baggio y voy a tirar el quinto penalti de la final. Si supero a Taffarel, Italia será campeona del mundo. Soy Roberto Baggio y si bato a Taffarel conseguiré, casi con toda seguridad el Balón de Oro por segunda vez consecutiva. Soy Roberto Baggio y puedo hacer enloquecer a mi país, a mi familia, a mis compañeros. Soy Roberto Baggio y sé que si meto ese penalti seré un héroe, haré historia pero nunca sabré nada de mí. De quién soy. De si sé levantarme del suelo. Soy Roberto Baggio.
Carlos Zanón

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Como no me gustaba

Como no me gustaba el fútbol, me eligieron de césped. En el primer minuto pensé que no aguantaría, que me desprendería en jirones. Con las primeras patadas, sin embargo, sentí un cosquilleo de placer que me hizo crecer vertiginosamente. Primero, ralentizaba las carreras y agarraba el balón. Luego, los engullí y me mecí con la ligera brisa, formando pequeñas olas.
Luis Muñoz

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Real Madrid

Es el 30 de julio del año 2666. Ya no existen naciones sobre la tierra, ni estructuras políticas complejas. Los Estados fueron sustituidos por clubes de fútbol. Acabaron las guerras, acabó el hambre. El fútbol se reveló como el destino perfecto y final de la Historia. Muchos equipos sucumbieron. Sucumbieron el Barcelona y el Atlético de Madrid y el Atlético de Bilbao. Pero hoy es la final del campeonato del mundo. No se enfrentan países sino clubes. Me llamo Curtis Cervantes y soy el delantero centro del Real Madrid. Que contra quién jugamos esta tarde: contra nadie. El Real Madrid es lo único que existe. Jugamos contra nosotros mismos. Somos lo único que ha quedado en pie: el pie, el blanco pie.
Manuel Vilas

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Un minuto para pensar en Sonia

Soñé con Sonia diez años. Cuando al fin la desnudé, sólo aguanté un minuto dentro de ella. Después, nunca respondió mis llamadas. Ahora en la final del mundial, se ha lesionado el portero y debo sustituirlo. Queda un minuto. El más largo de la historia. Veo la tromba de delanteros que se lanzan para masacrarme. Susurro como el conjuro más triste, más esperanzado: Sonia, Sonia, Sonia.
Juan Carlos Méndez Guédez

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El miedo del árbitro

Un equipo de rodaje está en mitad de la Gran Vía. Sábado, ocho de la tarde. No se trata de un Antonio López. No sé lo que es. Soy la única pasajera de un autobús que no conduce nadie. Abro Twitter y leo que la gente a la que no le gusta el fútbol no entiende la vida. Ahora sí entiendo.
Elvira Navarro

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Autogol

Del once titular, era el único que no había salido en portada alguna: deportivos, revistas de moda, prensa rosa o sección policial (el otro defensa central atropelló a una familia; fue exonerado). Ni siquiera tenía apodo. Cinco cromos suyos se cambiaban por el del arquero de Bosnia. Iban empatados, faltaba un minuto y ahora sí el país entero tendría su nombre en la boca.
Federico Guzmán

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Demasiado tarde

Que los mejores goles se meten con la mano lo empiezas a descubrir más tarde. Al principio todo son piernas, torsos sudados, cabezas desgreñadas, coces que siegan el área pequeña. El rugido del fondo, despertado por la ondulación de la red al recibir el balón. El sí del linier, el pitido inequívoco. Sólo después, en la pantalla implacable, esa mano. Borrosa y pixelada, apenas un defecto informático, pero innegable. Tarde y eterna, congelada como la foto de todas las victorias.
Sergio del Molino

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La última oportunidad

Aunque pasábamos una mala racha, la convencí para que viniera. No le gustaba el fútbol, pero allí estaba. Y viviendo el final con la misma angustia que yo. Córner. La última oportunidad. Y… ¡Gol! Nos abrazamos con una pasión ya olvidada. Al separarnos, dijo: Acabo de ganar 6.000 euros. Y supe que no pensaba gastar ni uno conmigo.

Martín Casariego

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Fin de ciclo

El esférico, una mole de hielo y roca, se desvió tras rozar otro cuerpo celeste, atravesó nuestro área a treinta mil kilómetros por hora, transformado ya en una bola de fuego silbante, y se incrustó al fondo del mundo, frente a las costas de Yucatán. Fue el mejor gol de la historia de la competición. O de la era mesozoica.
Mario Cuenca Sandoval

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Deseo de ser piel roja

En otra realidad Luis Enrique se levanta aturdido y se revuelve, tras recibir el codazo de Tassotti, con la ráfaga cárdena sobre la camiseta y su deseo brutal de ser piel roja. Golpea al italiano hasta robarle su última respiración, vistiéndose con el calor de su sangre, y galopa después por la ladera con sus nuevas pinturas cobrizas en los ojos.
Joaquín Pérez Azaústre

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El pacto

Vendió su alma al diablo a cambio de que el Atlético ganara al Madrid en los noventa minutos reglamentados. Cuando Sergio Ramos marcó el empate, aquel forofo ya llevaba 2 minutos y 48 segundos ardiendo en el infierno.
Juan Aparicio Belmonte

Fuente: El cultural (06.06.14)

http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/34787/El_minuto_decisivo

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